Plan Base
22/06/18
Jornadas Internacionales de Arquitectura y Urbanismo desde “La perspectiva de las arquitectas”
Josep María Llop
Una introducción y un relato del tema:
Mi punto de vista se basa en mi experiencia. Tengo una perspectiva de más de 35 años como arquitecto-urbanista. Trabajando la mayor parte de ese tiempo en el urbanismo público y local. Por ello voy a introducir mis reflexiones, mis conceptos, más las aportaciones teóricas, con un relato de mis experiencias sobre este tema.
Mi formación forma parte de la minoría de arquitectos que estudiamos urbanismo, como especialidad, en la ETSAB, entonces Escuela de Arquitectura de Barcelona. No llegamos al 5% de la promoción del 1974. Mi primer trabajo como arquitecto fue un informe para la Asociación de Vecinos (en ese momento clandestino) del Barrio, entonces llamado como “Cinco Rosas”. Era una UVA o Unidad Vecinal de Absorción, si de absorción de “barracas” de los años 60. Situado en la periferia metropolitana de Barcelona, en la propia periferia del municipio de San Baudilio de LLobregat, hoy Sant Boi. Donde esta ubicada la famosa cripta Güell del famoso Arquitecto Gaudí. Entonces yo no sabia de su existencia. Llegué a ese barrio en el tren suburbano. La primera reunión, que tuvo lugar en un Bar, fue con los hombres. Parados, obreros de SEAT y de la construcción, incluso ya había algún emigrante marroquí legal porque procedía de Ceuta o Melilla. La visita la realice con las mujeres. Los días siguientes, para redactar el informe, sobre que las muy deficientes condiciones de construcción eran la causa real, de las altas y molestas, humedades en casi todas las viviendas. Había unas cinco mil viviendas. Hoy en día allí están más o menos cuidadas por la empresa pública ADIGSA de la administración catalana. Pues bien, esas visitas una por una, bloque por bloque, a muchas viviendas, a aquellas en las que hubiera alguien que nos abriera, las realices con una mujer llamada María. Era la más conocida en el barrio. Entendía la gran importancia de tener un informe que dijera que el problema eran defectos de construcción. Porque las autoridades les decían que eran sus estufas de gas “butano” y sus malos hábitos de ventilación las causas. Aunque era evidente que muchas de esas habitaciones a media mañana estaban cerradas, porque dormían hombres que trabajaban en los turnos de noche. Pues bien, redacte el informe, con la ayuda esencial de María. Los hombres no les volví a ver. Con ella y con la asistenta social lo hicimos todo. Ese fue mi primer trabajo como arquitecto. El informe fue visado. Fue mi único trabajo visado como arquitecto liberal. Pero la lección, que entonces no aprendí, es que los temas de la habitabilidad de la vida cuotidiana están ligados a las mujeres.
Estamos hablando del año 74. En los 80 entré en la administración local. En ella he trabajado en todos los niveles, desde arquitecto municipal, hasta Concejal de Urbanismo, pasando por ser muchos años Director de Urbanismo de mi ciudad natal, Lleida, y en un período breve de 4 años de Barcelona, incluso he ejercido 12 días de alcalde de mi ciudad. Pues bien en este largo período de trabajo público local he aprendido que los temas del urbanismo local ligados a la vida en la ciudad son femeninos. O mejor dicho, en la mayoría de los casos la presencia de la mujer ha sido más activa y permanente en las reivindicaciones de barrio. El movimiento de AAVV o Asociaciones de Vecinos, clave en los procesos urbanísticos, para la mejora de las condiciones de vida de los barrios y también para el modelo urbano de muchas ciudades españolas, al menos en los años 80 y 90, han sido soportados por una presencia continuada de las mujeres. Ello no quiere decir que hable del tópico de que los temas “menores” del barrio sean femeninos. Estoy indicando que el interés por esas mejoras, que tienen una relación directa con la vida diaria, está muy ligado a las experiencias de vida de las mujeres en esos barrios y en esas ciudades. Puedo resumir la operatividad de este tema del modo siguiente: En las reuniones, en el Ayuntamiento o en el local de la propia Asociación de Vecinos, era más probable que vinieran los hombres, alguna mujer, en un posición más discreta como en segundo término, pero muy presente. Pero ellas estaban muy interesadas en la mejora de las condiciones de vida y ello pasa por el urbanismo. Pero si así era en las reuniones, era al revés en las visitas. En los recorridos por el barrio las mujeres salían de casa y se presentaban al lado del grupo. Entonces aprendí que para entender bien las características y las condiciones, pero sobre todo las necesidades y más aún las prioridades de mejora urbana, había que pasear. Con el grupo de las personas del barrio. Y allí el rol de las mujeres cambiaba, era activo, presente, protagonista. Ellas tenían la oportunidad de expresar sus opiniones y/o propuestas. La visita “in situ” fue para mí la clave de entender mejor no solo el problema o los problemas, a veces contradictorios, si no sobre todo entender mejor la solución y lo que es más importante la prioridad de los problemas visitados.
Una de las claves del urbanismo español de los años 80 y 90 fue la participación activa, directa y reivindicativa de los habitantes. Parece que hable de democracia participativa, si es verdad, pero voy más allá. Se trata de una formula que transforma el estilo del urbanismo. Un urbanismo ligado a la habitabilidad, pero no solo, también ligado al tráfico, o a los servicios públicos, o a las zonas verdes, o a tantas y tantas cosas de la vida cuotidiana. El debate, el trabajo, pero sobre todo el programa del plan y de los procedimientos de gestión urbana, no se formulaban en base a criterios, teorías o propuestas de base ideológica, si no que tenían siempre referencias ligadas a las condiciones de vida, reales, vecinales, cuotidianas, locales, y en muchos casos percibidas desde una mirada femenina. Donde los temas del alumbrado público eran no solo vistos como por si mismos si no como base de una mejor seguridad. Pero a su vez de una mayor visibilidad del barrio. Donde los temas calves son los equipamientos y espacios escolares, el transporte público, la sanidad, la limpieza. Si todos parecen tópicos, parecen temas menores, pero son los mayores. Porque nos relacionan con la cuestión esencial de la vida urbana.
El conjunto de temas trabajados, visitados y comprendidos para ser resueltos, eran sobre el amplio espacio que podemos llamar hábitat. Donde la vivienda es la base. Ofreciendo unas miradas sobre las ciudades y sus partes, los barrios, donde la mejora de las condiciones de vida se trabajara juntas, integradas y transversales. El impacto de ello sobre la cultura urbanística española fue singular. Porque como el tema de lo que podemos llamar el “programa” de necesidades era tan explícito y directo, los planes y los urbanistas pensamos más en propuestas y proyectos. Los planes fueron muy dibujados hasta muy instrumentados. Pies el plan siempre debía ser gestionable. La reivindicación barrial, sin embargo, relegó el interés de los estudios pluridisciplinares o programáticos. Limitando la cultura política y técnica de nuestro país en este campo al no priorizar la transversalidad. Pero ha cambio ha ofrecido unas miradas de proximidad. Criterio que considero básico y ligado a la experiencia del uso del espacio público por las mujeres. Los transportes públicos, las calles y las plazas, especialmente en los horarios intermedios, si intermedios entre las horas punta, son mayoritariamente el espacio ocupado por las mujeres. Pero no solo por ellas. También por los niños y niñas y las personas de mayor edad. Solo hay que ver la ocupación larga y plena de las horas, entre, por la movilidad no obligada, que en gran parte es de esos grupos sociales. La ciudad es más segura, por más ocupada y vivida por ello.
Por lo tanto el impacto de esa mirada femenina o mejor dicho próxima, que no tiene que ser solo una mirada de género, pero aún hoy por hoy lo es en nuestra ciudades. No solo ofrece una vista más confortable. Nos ofrece la oportunidad de pensar nuestras ciudades desde criterios de proximidad. Y ello nos lleva a mirar el trazado de los planes de nuestra cultura urbanística con una mayor perspectiva. Recorriendo un camino que ahora voy a trazar, como resumen de las lecciones basadas en las experiencias ya citadas, y que me permite afirmar que las miradas de proximidad son la clave, para trazar la trayectoria de un nuevo urbanismo.
Una perspectiva sobre el urbanismo local:
Mi intención es reflejar en esta conferencia mis opiniones de cómo el Urbanismo hecho por los Arquitectos/as, junto a otros profesionales de la ciudad, en los años de la Democracia Local ha recorrido un camino largo de pasado, presente y futuro. Acentuando si es posible los retos abiertos a los profesionales del urbanismo frente a nosotros. Para ello no desarrollaré una teoría explicativa, sino una serie de opiniones argumentadas y enlazadas, entre si, buscando los elementos claves del camino recorrido que nos planteen las nuevas pautas de su continuidad.
No estamos frente a un espacio vacío. Al contrario, una afirmación que si puede ser efectuada con firmeza es que el urbanismo español ha sido una de las actividades recurrentes y presentes en el debate cultural y en especial en las políticas locales de nuestros pueblos y ciudades. No se podrá explicar la historia del denominado “milagro español” en lo relativo al paso de la dictadura y el subdesarrollo a la democracia y al desarrollo social y político, sin el urbanismo. Un urbanismo no aislado, sino en relación con las políticas locales y con las demandas de mejora de las condiciones de vida de la población, manifestadas a través de los denominados movimientos sociales de estos años, y muy especialmente de las Asociaciones de Vecinos. Junto a la implicación profesional de muchos arquitectos, urbanistas y profesionales de la ciudad en este proceso.
Tampoco voy a inventar toda la argumentación. Hay dos libros que jalonan bien, detallando una información recopilada y crítica, los saltos del proceso. Me refiero, en primer lugar, al Libro del MOPU “1979-1989, 10 años de planeamiento urbanístico en España” (1) Que abarca el periodo inicial, los años 80, de este tramo de nuestra historia. Hay también una reflexión limitada al ámbito catalán con el Libro “Els Plans Generals dels Noranta” (2) pero que tiene la virtualidad de sumar otra visión crítica del mismo tema, en el periodo siguiente, los años 90. Con estos dos referentes que suman una visión que abarca los 20 años del siglo XX nos quedará solamente articular las reflexiones de estos primeros pasos en el siglo XXI, como tendencias y/o pautas de trabajo para los profesionales del Urbanismo.
Los primeros años 80 o el valor del plan:
Siendo así que el primer periodo puede calificarse como el urbanismo que quiere dar al habitante naturaleza de vecino, y para ello se le da todo el valor al Plan. Fueron esos planes de los 80 que generaron una importante experiencia urbanística, como piezas claves de una nueva política democrática local y que puede resumirse bien por las frases, de la introducción al Libro antes citado (1), por parte del Sr. Ángel Menéndez Rexach, en ese momento Director General del Instituto del Territorio y del Urbanismo del MOPU, siguientes:
“La Cultura urbanística es un rasgo muy antiguo de España, como lo es en cualquier país con una tradición milenaria de ciudades, de caminos y de monumentos de arquitectura e ingeniería.
En las sociedades avanzadas de nuestros días ese rasgo se acentúa todavía más, porque la ciudad es el ámbito básico en el que se desarrolla la actividad privada y pública de las personas. Hoy, quizás más que nunca, somos “ciudadanos”, aparte de otras razones jurídicas y políticas, porque nuestra cultura es principalmente urbana.
Pero el ciudadano no solo vive en la ciudad, sino que quiere encontrar en ella condiciones adecuadas que aseguren su bienestar, mediante el buen funcionamiento de los servicios y también su arraigo en ella, para lo cual deben concurrir una serie de factores que le permitan identificarse con ella y sentirse no mero “habitante” sino verdadero “vecino”.
Desde la recuperación de las Instituciones Democráticas propiciadas por la Constitución de 1978, la vida local y, por tanto, la política municipal adquirieron un gran protagonismo por su cercanía al ciudadano y por abrir un amplio cauce a la ilusión colectiva de vivir mejor en comunidad. Entre las demandas más importantes figuraba la de ordenación y mejora de las ciudades, a través de una política urbanística a favorable a quienes usan calles y plazas, escuelas y centros de salud. Este urbanismo fue prioritario en los programas y acciones de los Ayuntamientos que surgieron de las elecciones de 1979. En ese momento e inspiradas en una nueva visión del planeamiento, muchas ciudades, grandes y pequeñas, elaboraron su Plan de Ordenación Urbana como instrumento destinado primero al conocimiento profundo y a la reflexión sobre cada ciudad y después a conducir las distintas actuaciones necesarias para alcanzar, en un tiempo razonable los objetivos del Plan” (3).
En este escrito se resumen los parámetros culturales e históricos, pero también las trazas básicas de se periodo inicial, ahora ya pasado, de nuestro urbanismo democrático.
Siendo paralelos a la idea del valor del Plan otras pautas como: Un gran interés por la remodelación y recualificación por las periferias urbanas; La integración de los Centros Históricos en las propuestas de planeamiento, como objeto de conservación o también de intervención; y la Introducción de grandes proyectos singulares a la escala de cada ciudad en el mismo Plan. Las ciudades debían tener un plan y proyectos para su mejora y el urbanismo era ese conductor del proceso. Incluso se puede anotar el valor casi de “contrato político” del plan con las reivindicaciones vecinales de esos años. Pensemos en el caso de los PERIS de Barcelona como ejemplo concreto.
Ese fue la traza base del llamado milagro español. En el libro citado (1) hay una visión del tema desde Italia. En al artículo del Profesor del IUAV Maurizio Marcelloni, que se titula “Mirando hacia España”, se dan las trazas de los elementos de referencia del proceso, que hemos titulado como el del valor del plan, siguientes:
— El plan será el paradigma de la cuestión urbana, especialmente local de los 80.
— Incorpora la tesis o principio de control del crecimiento urbano - nueva centralidad.
— El plan, y su gestión, se basan en el protagonismo público de los ayuntamientos.
— La forma urbana su “idea de forma y funcionamiento general” de cada ciudad.
— El carácter estratégico junto al plan de detalle de la forma “Urbanismo urbano” según una cita directa a Manuel de Solà-Morales.
— El carácter de urbanismo realista por su relación entre previsiones y programas.
— La concreción de formas de “partnership” mediante los convenios urbanísticos.
— La construcción del plan en el sentido de la buena relación política - divulgación, en sus aspectos de carácter informativo participativo, pero también del llamado “factor tiempo” que es o fue muy corto entre la decisión y la redacción aprobación del mismo.
— Sin dejar de marcar un punto a favor del Esquema Legal español, esencialmente la Ley del Suelo 1976, por ser muy clara y útil en la relación del derecho de propiedad (aprovechamiento urbanístico) y el resto de reglas de la clasificación y calificación.
Es así que podemos decir que este primer periodo se sintetiza no solo por el éxito del plan como instrumento de política de ciudad, desarrollado a nivel local sobre la base de los Ayuntamientos democráticos. Ni solo por las diversas características diferenciales de las propuestas de los mismos. Aunque hay que insistir en que es fue un patrimonio de base que se ha desarrollado en las fases posteriores. La sensación de una necesaria superación de esa fase se encuentra ya en la misma publicación (1). Porque entran en juego otras escalas del urbanismo (especialmente la no resuelta, escala metropolitana) y las derivadas de los proyectos y también de los procesos de gestión de los planes. Esto nos lleva a la segunda fase de mi análisis, la de los planes de los 90, que a mi me gustan llamar los planes de segunda generación.
Los planes de los 90 o los planes con valor:
Este juego de palabras, en relación al anterior subtítulo, quiere destacar mi primera afirmación de que esos planes tienen mayor valor o, aún mejor, mayores valores añadidos. Los planes de los 90 o de segunda generación tienen menor peso estructural, de control del desarrollo urbano, que sus antecesores. Ya que se basan en una década de gestión de los mismos y no deberán afrontar los grandes problemas de la fase anterior. Generalmente no se formulan frente y como alternativa a una ciudad heredada desastrosa, que ha que orientar con el “plan”. Generalmente no deberán romper los moldes del territorio y del espacio urbano en el que se implantan. En todo caso deberán re interpretar todo ello con una lógica y una óptica más amplia que los años anteriores. Son planes con menores retos de modelo urbano, pero con mucho mayor detalle de las opciones y de las formas y propuestas de ordenación urbana y territorial. Que incorporan además otros nuevos y más diversos componentes y dimensiones del proceso urbano de las ciudades. Entran en temas más proyectuales o gestionables como las operaciones de segunda escala, por ejemplo en la recuperación de los Centros Históricos (con la experiencia de los planes generales y/o especiales redactados y aplicados en los años anteriores). Y abarcan las nuevas dimensiones de la preocupación social por ejemplo en la dimensión ambiental del plan y del urbanismo de gestión posterior, relacionados con los procesos de las llamadas Agendas 21 u otros similares. Entramos en una fase la de los años 90 con planes con un mayor valor y con mayores valores.
Para sintetizar alguno de los aspectos técnicos de esta fase nos apoyamos en el libro (2) ya citado, que analiza comparativamente los planes, redactados y aprobados en los años 90, de las 7 ciudades medias catalanas siguientes: Girona, Lleida, Manresa, Mataró, Reus, Sabadell y Vilanova i la Geltrú. Puede ser oportuna una aclaración que matice que los datos comparativos, entre estas ciudades medias, y las otras ciudades de los planes de los 80, no son uniformes. Ya que aquellas eran, en general, ciudades de mayor tamaño, y correspondían a los planes de las ciudades de Madrid, Salamanca, Gijón, Tarragona, Málaga, Valladolid, y Sevilla. Pero yo creo que esta acotación, a una ciudad de escala menor (en el análisis de los planes de los 90) tiene su parte positiva. Digamos que los planes de esas ciudades de menor tamaño son más “difíciles” que aquellos. Porque las ciudades de menor escala requieren y permiten de planes más proyectuales, o de mayor detalle en su ordenación. Puede decirse que son planes más difíciles, pero a la vez su comparación directa es más coherente. Así de la lectura del libro (2), compuesto de las fichas de esos 7 planes, más nueve artículos de opinión, más una mesa redonda en la que participaron el Profesor Manuel Ribas Piera, junto a los Profesionales invitados José Maria Ezquiaga y Gerardo Roger Fernández, considero se puede destacar las reflexiones siguientes:
Primera, de lectura de esas páginas se deducen algunos elementos base. Tal vez el más global es que el hecho de tener planes de detalle, con valores nuevos, presenta los nuevos retos del urbanismo local como más cercanos, más oportunos de ser revisados. Hay como una doble idea, la satisfacción por el trabajo bien hecho y a la vez la insatisfacción por los temas no abordados. Es una fase más consciente de las limitaciones, porque se ha llegado más a los límites, del plan.
Segunda, hay una mayor dedicación a los temas de la definición de una política de suelo ligada al mercado de la vivienda. Los planes tienen en cuenta el dimensionado de los suelos necesarios. Si bien queda abiertas las brechas del mal funcionamiento del mismo, del mercado por ejemplo de la vivienda de segunda mano o de los pisos no ocupados, que en algunos casos llegan a porcentajes del 20 al 25 % del total. Viendo que no solo el plan debe proveer de suelo residencial a las ciudades, sino que además debe promover el suelo de las actividades económicas y productivas, que generan el dinamismo que las ciudades requieren. Esa mayor dedicación a este tema puede compensarse con otros aspectos que les son criticados por falta de mayor enfoque. Me refiero al trazado de las variantes de la red arterial viaria y a la regulación de los usos y actividades.
En tercer lugar, hay una clara dimensión ambiental y espacial de los planes de los 90, que combina con esa mayor capacidad para ver los límites del “urbanismo municipal”. Me refiero a la propuesta de los sistemas de espacios libres como eje de composición del plan, y a su valor como elemento base de planes más ambientales. Contamos con el excelente artículo de la Profesora Rosa Barba. Y a su vez ello, junto con la reflexión sobre la ordenación de los espacios rurales, ponen de relieve otras de las limitaciones del ámbito citado. Si por un lado, la utilización del método de dar forma al plan mediante las pautas del sistema de espacios libres permite un salto cualitativo. En palabras de Rosa Barba hace que los planes lean la ciudad como “… más compleja y comprometida, de otra forma, en la gestión del territorio que la envuelve y con el entorno que el medio le ofrece; y por esa ciudad estamos obligados a buscar instrumentos de intervención adecuados a las oportunidades que la realidad de hoy nos da, pero que también nos demanda”. Por otro lado pone en evidencia los límites del espacio municipal. Lo que es recurrente en el tema de la ordenación del espacio rural, que por cierto tanta importancia tiene en el momento actual fruto de las modificaciones legislativas de carácter liberalizador del suelo. El artículo de Francesc Mestres llega de nuevo a este tema de un modo claro y directo. Hasta sugiere que las directrices y ayudas de la política europea agraria llegan a confeccionar el “color” de los paisajes de nuestros municipios por los sistemas de ayudas a la producción agrícola. Es otra de las facetas de esta etapa, tenemos más instrumentos que nos hacen más conscientes de las limitaciones.
En cuarto lugar, la dimensión supra local se amplia a otros temas. Por ejemplo la clara formulación de que el planeamiento general deberá llegar casi a ser un planeamiento de reforma interior, ya que los espacios urbanos locales, quedan limitados pero sobre todo ligados a procesos de una escala mayor a la local. Lo que confiere por ejemplo a las políticas de suelo para vivienda una nueva dimensión.
En quinto lugar, es en esta fase que los planes toman mayor conciencia de su doble papel. No solo son elementos de una ordenación física (el proyecto de ordenación física, que le llama Juli Esteban) sino que deben ser además instrumentos de gestión de unas determinadas políticas urbanas. Lo que él mismo define como el “programa de desarrollo” que debe tener todo plan. Así balancea entre el carácter estratégico del plan de urbanismo, ordenación física a largo plazo podríamos decir, junto con el carácter de programa de trabajo o instrumento de política urbana a corto plazo. Esa dualidad le da al plan otra dimensión más allá de la finalidad totalizadora de los planes de los años 80. Y aboca a un concepto del plan más flexible, o menos rígido, que los de la década anterior.
Por último, hay que reforzar estas dos ideas. Que los planes con mayores valores de los 90 formulan más (o más claras) dudas de los limites del plan mismo. Y abren la idea de que su contenido no debe ser rígido, antes que nada, cuando el plan es de formato digital y se apoya en técnicas de SIG, el mismo plano es dinámico y no rígido. Todo ello abre una etapa de reflexión sobre los contenidos de los nuevos planes. Pero se da en el momento en que el marco legal del urbanismo del estado español ha tomado uno de los caminos más inciertos y menos estables de todo este recorrido. No reflexiono a favor del concepto especulativo de la des - regulación del plan. Que puede llevarnos a los límites, ya conocidos y hoy de demasiada actualidad, del plan especulativo.
Reflexiono sobre el tipo de plan que no es flexible, o dinámico, o consciente de la doble finalidad instrumental, entre el plan proyecto y el plan programa, por los motivos antes citados. Nos lleva a la regla de la modificación arbitraria del plan. Al no plan. Al plano, y perdonen esta expresión reduccionista que le da al plano un valor que no merece. Estamos a las puertas de la tercera fase. En que el marco legal ha dejado de dar fuerza al plan al planeamiento, para reducir el urbanismo a una política coyuntural.
Estas dimensiones perdidas, junto con el bagaje de las reflexiones positivas de los límites de los planes de los 80 y de los 90, son la base de las pautas a seguir para los planes del futuro. De un siglo XXI que ya esta entre nosotros y que nos demanda, como decía Rosa Barba, de nuevos retos.
Estas son las pautas que yo considero, según mi humilde opinión, debemos abordar para que el urbanismo tome una nueva posición central en nuestras comunidades.
Las pautas del urbanismo en la actualidad:
— Los planes de urbanismo han abordar todo lo derivado de la Movilidad urbana, y en especial sus dimensiones territoriales. Los procesos de movilidad están en la base de los nuevos modos y formas de ocupación territorial. Nos remiten a modelos de ciudades de nuevas formas, sea difusas o mucha más extendidas horizontalmente, que deben ser atendidos por los planes. Articulando con ellos los temas del transporte y del aparcamiento, pero sobre todo con un modelo de ciudad que aborde los nuevos procesos existentes. Estando en el fondo el tema de la sostenibilidad que apuesta a favor genéricamente del modelo compacto. En casi en todos los casos este tema tiene una dimensión supra-local o supra-municipal. Me remito a las formulas del urbanismo francés de los PDU o Planes de Desplazamientos urbanos, como instrumentos de intervención. Igualmente cito la Ley catalana de movilidad (2002), actualmente en desarrollo, como dos elementos de referencia para este tema.
— Los planes de urbanismo integraran la sostenibilidad y dimensión ambiental, como dos elementos de trabajo combinados. No solo mediante la técnica, ya usada por muchos de los planes citados, de usar el sistema de los espacios libres como base del diseño de la matriz ambiental del plan. Además hay que dar un paso más allá e introducir en ellos criterios gestión del metabolismo urbano, de ahorro, de reciclaje y recuperación de materiales y utilización de las energías renovables, por citar algunos de los criterios de las llamadas Agendas 21. Hay que articular con la dimensión física los objetivos de sostenibilidad que se formulan a través de otros instrumentos y/o procesos de trabajo del espacio urbano y territorial, como las llamadas Auditorias ambientales y los Forum de las Agendas 21 o Planes de Acción Locales antes citadas.
— Los planes de urbanismo deben ordenar el espacio rural con mayor detalle, ya que es el escenario de los elementos de base natural del municipio, y además de encuentra en la base de los criterios de “des-regulación” de la legislación actual. Superando la tradicional y negativa formula de tratar ese suelo solo como un “no urbanizable”. En la línea de ampliar los estudios de topografía, geografía, complementarios, e incluso edafología, si fuese menester, de cara a definir con criterios objetivos el valor del suelo, como patrimonio edafológico. Así como los otros valores forestales, naturales, agrícolas y de otras actividades del mundo rural, que lo definan en positivo y como espacios de una nueva “urbanidad” donde los equilibrios de las funciones rurales y de determinados servicios urbanos, permitan a sus poblaciones mantener la vivienda y sus actividades tan cruciales en el formación de los paisajes como patrimonio cultural. La ordenación, estudio y propuesta, del espacio rural no es un aspecto residual del urbanismo, y aún más de las figuras de ordenación territorial.
— Los planes de urbanismo deben introducir el paisaje como un elemento esencial, ya que en él se sintetizan los procesos del carácter natural, geográfico y también de la acción humana, de formación de la imagen colectiva de nuestro espacio. Son los paisajes como base de identidad y de diversidad quienes pueden dar valores de base ambiental a los planes y a las políticas y acciones de su preservación y/o correcta utilización.
— Los planes de urbanismo deben definir la finalidad de los proyectos urbanos, ya que la construcción de determinadas acciones u operaciones de transformación y/o de renovación urbana están en esa escala mejor instrumentadas.
— El urbanismo debe ser más sensible a las diversas formas de HABITAT humano, a escala urbana y también territorial. Hay que superar una transformación de la vivienda en un producto inmobiliario “porción”, con valor de cambio casi exclusivamente y además muy estandarizado. Con una producción rutinaria, que no introduce ninguna reflexión sobre los tipos y las forma de vida y por lo tanto de vivienda. Este es uno de los procesos de mayor dimensión a todos los niveles del urbanismo actual. Que embrutece no solo la arquitectura de las viviendas urbanas de nuestras ciudades, sino que a demás oculta que las formas de hábitat, diversas y más personalizadas, pueden ser la base de políticas de civismo y de integración social de las personas en la comunidad. Tomando como referente no solo la producción de “nuevas viviendas”, en suelos urbanizables, sino también y de un modo muy especial las posibilidades de rehabilitación, de re-utilización y de transformación de zonas urbanas obsoletas. Desde los grandes espacios liberados por las infraestructuras en desuso, hasta las áreas urbanas que se transforman por su nueva funcionalidad y centralidad (veamos el ejemplo de la Zona 22@ y del frente marítimo del Poble Nou de la Ciudad de Barcelona; ver información en la web: www.22barcelona.com), hasta las más clásicas operaciones de renovación de centros urbanos. Sin duda hay en nuestras ciudades muchas oportunidades de confeccionar un urbanismo más atento al hábitat, a cómo se habitan nuestras urbes, individualmente a nivel tipológico y colectivamente a nivel morfológico. En definitiva, el hábitat como elemento configurador de los objetivos del plan de urbanismo.
Notas citadas en el texto:
(1) Libro “1979-1989 / 10 años de planeamiento urbanístico en España”. Instituto del Territorio y Urbanismo; Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo; Editado como Catalogo de la Exposición del mismo título, en el IAU (Instituto de Arquitectura y urbanismo) de Venecia, Italia, inaugurada el 30 de Abril de 1989; Madrid 1990 ( 2ª Edición ).
(2) Libro “Els Plans Generals dels Noranta” (o Los Planes Generales de los 90) Quaderns de la SCOT 9; Editado entre la SCOT (Sociedad Catalana de Ordenación del Territorio) del IEC (Institut d’Estudis Catalanas) y A.AUC (Agrupación de Arquitectos Urbanistas) del CoAC (Col.legi d’Arquitectes Catalunya); Barcelona, Noviembre del 1999.
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